Las playas de Taiji esconden un terrible secreto. Esta localidad japonesa aparece ante los turistas disfrazada de santuario para delfines y ballenas durante el día. Por las noches, en calas que alejan las miradas indiscretas con señales de advertencia, cientos de delfines son asesinados por los pescadores de la zona. El método utilizado es el «drive fishing»; los animales se acercan a las costas, despistados por los sonidos que provocan los marineros y que los desorientan y atemorizan por completo. Una vez acorralados en aguas bajas mueren a palos. Algunos de ellos corren mejor suerte, se salvan para ser vendidos, según denuncia el documental «The Cove», a las multinacionales del mercado del entretenimiento.
Los datos económicos son para ponerse a temblar, si aún no se ha empezado; mientras que un ejemplar para el consumo de carne local se paga a unos 440 euros, los especímenes vivos que llenarán los «parques de atracciones», se pagan a unos 110.000 euros. Un comercio muy lucrativo que el Gobierno no puede justificar ante la comunidad internacional como pesca científica ni como parte de sus tradiciones milenarias. Son miles las asociaciones y expertos dedicados a la conservación de los delfines que exigen el fin de las matanzas indiscriminadas y secretas que se llevan a cabo en las costas niponas bajo la única mirada de las estrellas. O así ha sido hasta ahora.
«The Cove», que ganó un Oscar como mejor documental, viene avalada por premios de reconocido prestigio como el Mejor documental del Festival Sundance de 2009. Para su realización se han unido Louie Pshoyos, fotógrafo del «National Geographic», Ric O’Barry ex entrenador de delfines y activista converso, que desde hace unos años rodaba de incógnito vídeos de denuncia sobre las masacres de Taiji, y un nutrido grupo de expertos en grabación de documentales marinos, que utilizando técnicas más propias del arte militar, han conseguido despistar a las autoridades locales y huir de los imprevistos ataques de los pescadores de la zona, para realizar esta investigación de denuncia bajo el paraguas de la Oceanic Preservation Society (sociedad sin ánimo de lucro fundada, entre otros, por el propio director en 2005 con fines divulgativos). En palabras del equipo, el resultado es «mezcla de reportaje periodístico, ecoaventura y grabación documental».
A la luz de las escalofriantes imágenes del cruel exterminio, distintos modelos de carta de protesta dirigidas al primer ministro de Japón han proliferado en Internet. «Cómo puede ser que en un país moderno como Japón permitan estas barbaridades. Las imágenes de la sangrienta matanza de delfines sobrepasa la comprensión humana (...). La matanza despiadada de delfines los sitúa en la lista de los países mas “bárbaros” e insensatos en el planeta (...). Los delfines poseen una gran inteligencia que los han llevado a desarrollar formas de organización y de comunicación muy superiores a las nuestras. Además poseen una capacidad de amar, la que es utilizada para el tratamiento de varias enfermedades humanas como el autismo, depresion, distrofia muscular, entre otros», clama una de ellas.
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